jueves, 11 de diciembre de 2014

Luna Capital

Y me fui llorando por Chacabuco
un llanto seco
hacia adentro
confundido con el esmog
de la capital.

Con una naranja
en la mano
del mismo tamaño
de sus pechos
que sonaban en mi cabeza
como el yuuuu de una copa de cristal
atacada con dulzura y saliva por el índice.

Estaba lleno de micros y de gente agitada
a la 1 de la tarde del 9 de septiembre
y en mi bolsillo una promesa rota
-podría decir que con el día
andábamos sombríos-
y en mi pecho
la insolencia de la indolencia
el río vacío entre el paladar y
la nariz
azuzando la falta de matices.

Sé que desde nuestras camas
se puede escuchar las bocinas
de los trenes en la madrugada
pero no pueden traernos consigo de regreso
las intensas jornadas
que darían más hebras al hilo.

La gata lo había intuido todo en la oscuridad previa
cuando acariciaba mi pelo con la respiración agitada.

"Cada cual tiene su propio tren"
reflexioné días después
cuando supe que salir corriendo
no era más que quedarse al borde
de la línea sin saber qué podría haber
al otro lado de la orilla.

Por eso, un poco en silencio
y con miedo volví una noche
solo esperando abrazarla
aunque las bocinas de los trenes
ya no sonaran.

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