martes, 19 de mayo de 2009

Yo no quiero la paz

Yo no quiero la paz.
Tampoco quiero el amor
así a secas, ni su marchitar
en la vida de los tiempos enfermos.

Yo quiero escribir
y llorar mis rabias
para que saquen del ahogo
incluso a los muertos vivos.

Yo no quiero escribir de mí:
quiero escribir más allá
de lo que ve mi nariz
y me afecta igual.

Yo quiero escribir
para darle impulso a las ideas
derribar con furia los tiempos enfermos
para escribir de amor hasta decir basta
y que ese concepto se haga pequeño.

Yo no quiero la vida por tenerla:
la deseo por cada instante
en donde existe posibilidad
de pelearla, palmo a palmo
con los jueces y verdugos
de la explotación y el hambre.


Yo no quiero ser testigo
de la historia de mis tiempos
-sentencio-
"quiero ser parte del brazo
que golpee la mesa
y cambie el curso de la miseria".

Nadie se rinde

Esperando secretamente
las miradas que anuncien
la disposición al rito...

Empieza a correr
un respiro por la espalda,
sube y baja,
circula por el cuello
irrumpido en el encuentro
de unos labios

Palabras al oído:
miradas que anuncian
la disposición
a la muerte

Bolsa de gatos
guerra de titanes
sucesos como en revolución
que son recuerdos
hasta que viene otro golpe
y una advertencia para rendirse

Pero aquí nadie se rinde.
Aquí no nos moriremos tampoco.
Porque después de escondernos en nosotros
seguiremos con los ojos puestos en el mundo.

Pacto por omisión del dolor

Toda la mano se vuelve de rabia
al mover debajo del polvo
aquel secreto bien mentido...

bien mentado, además,
por acróbatas del olvido
y sigilosos apretones de mano...

apretones de monos con navajas
capaces de vender la esperanza
de miles de monedas de cambio, para ellos...

monedas llamadas mineros
trabajadores del retail,
de afps, de la construcción

monedas llamadas tú,
decepcionado de esos panzones
que dijeron apoyarte
(mientras pactaban con el diablo cristiano)
(mientras pactaban con la dictadura oculta)
tranformándote en payaso sin serlo,
ni optarlo,
en una función sin luces panorámicas,
sin tu actuación estelar
porque esta función ya estaba pagada
para intereses de otros
que te enseñaron a alzar tus brazos
para sacarte de los bolsillos
las pocas fuerzas que te van quedando...

pero que aún conservas
y por las cuales te escribo,
porque, a pesar de la trata maldita,
por debajo de la falda,
el elemento clave es nuestra voluntad,
de elevar la lucha
por encima de la desgracia
que próximamente caerá
para alzarnos juntos en una nueva revolución.

sábado, 16 de mayo de 2009

Pequeña compañera (de Francisco a su sobrina Isabel)

Bajo el signo del tedio
cargado en la espalda
después del trabajo
yo, como otros hombres en las fábricas
volvemos a casa
con los ojos cansados
con el peso del mundo guardado
encima de los hombros.

Por eso, cuando abro la puerta,
y mirando mis zapatos
otros dos se confunden con los míos
todo se desarma:
una niña pequeña
(inocente, vacía de toda miseria -todavía-
pequeña hoja en blanco
puente indestructible entre el dolor y la ternura)
me abraza, me quiebra, me calma.

Porque no hay nada más humano
que saber que en esta lucha
en la que alzo mis convicciones
guardo fervientemente el calor de sus ojos
como reflejo del de todos los niños
condenados a vivir bajo esta sombra
de sobreexplotación y opresiones.

Por eso, pequeña compañera,
te dedico la revolución
como única forma y solución
de ver que tus ojos no crecen
como el cansancio de mi cuerpo.

Número 14 mil

Hijos que se sientan a escribir
miran cómo su sueño y sus sueños
se derriten en la clase de nunca
en la clase de hoy, en silencio
-mientras detrás del telón
se abre el abismo
como el túnel en las minas
que le cerró las puertas
al número 14 mil-

Hijos que ven los comerciales:
"el consumo es nada, el hambre es todo"
sale entre balbuceos desesperanzados
aferrados a una casa con luz de invierno.
El número 14 mil llega tarde y triste
camina como una sombra alargada
con ropa ligera, pero con el peso invisible
de las piedras que ya no carga.
Yo lo observo, su hijo también.

(Mujeres que cargarán
además del peso de esas piedras
el peso de la frustración, de la impotencia
de cosas que no pueden manejar
doblemente golpeadas
con todo que gritar
sin nada a qué agarrarse
con todo que callar... con todo que olvidar)

Hijos que ven cómo sus padres
se arrancan la piel a rabias
y poco a poco el número los persigue...
El 14 mil se impregna en la vida
de todos los habitantes de esa noche:
"como un elefante escapando
se derrumba la casa al oír las noticias
de aumento de las cifras de desempleo".