Hay tesoros escondidos
en el fondo
de los bolsillos
en las ropas
en los utensilios en desuso.
Tesoros que son la gloria
o el veneno más placentero,
una elección de jugar el juego
y si no se quiere seguir eligiendo
romper el tablero a gusto.
Un tesoro
que nos ayude
a cruzar el río
reírse
o aliviarse, porque
a veces necesitamos
ese empujoncito
que nos devuelva el brillo
que nos quita la locura
de las burocracias chilenas
y los libretos aprendidos
sobre el silencio.
Como un te quiero guardado de hace años
entre muebles y recuerdos con olor a polvo
esperando alguien escucharlo.
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